viernes, 10 de septiembre de 2010

LOBOS CON PIEL DE CORDERO: LOS LÁCTEOS

LOBOS CON PIEL DE CORDERO: LOS LÁCTEOS

En su libro "Los lácteos y las cien enfermedades que provocan”, el Dr. Esteves asegura que estos toman desprevenidos a quienes creen estar consumiendo algo natural y saludable: “Difícilmente pueda encontrarse en la Naturaleza algo más perjudicial para un ser humano que todo lo que viene de la vaca. Y no me refiero sólo a la carne y sus derivados, sino también a la leche, quesos y otros lácteos. Aclaramos esto porque es muchísima la gente que dejó o disminuyó mucho la carne, creyendo que para compensar conviene comer más lácteos”. ¿El resultado? “De mil pacientes oncológicos atendidos, quinientos desarrollaron cáncer luego de hacerse ovolactovegetarianos y aumentar los lácteos.”

La Profesora Jane Plant, PhD, CBE, autora del libro "Your life in your hands" (Tu vida en tus manos), fue diagnosticada de cáncer de mama a los 42 años. Era una bioquímica exitosa (ahora Jefe científica del British Geological Survey) y creía que llevaba una vida sana: “Mis primeras sesiones de quimioterapia no tuvieron ningún efecto. El tumor seguía del mismo tamaño. Entonces suprimí los productos lácteos”, cuenta la Prof. Plant. “En sólo unos días el tumor empezó a encogerse. Seis semanas después de haber suprimido los productos lácteos de mi dieta, palpé el tumor. Ya no quedaba nada”, relata en su libro. “Los médicos no podían creerlo. Ninguno esperaba que yo sobreviviera con mi tipo de cáncer al nivel que estaba (ya había invadido el sistema linfático).”

La convicción de Jane Plant de que los productos lácteos pueden causar cáncer viene del complejo químico de la leche, que descubrió gracias a su profesión. Ella no tenía un historial familiar de cáncer de mama. De hecho, descubrió que sólo del 5 al 10% de los cánceres de mama son el resultado de genes heredados, y la enfermedad no siempre se manifiesta, aún en aquellas personas que llevan el gen mutado.

El problema fundamental de los lácteos y derivados, incluso descremados o biológicos, orgánicos o biodinámicos, es que concentran -entre otros cancerígenos naturales o adicionados-, el factor de crecimiento epitelial (ECF) que normalmente produce la vaca (junto con otras peligrosas sustancias para un ser humano) para hacer crecer a su ternero… ¡de O a 200 kilos en un año! “Esto mismo en un bebé humano y más aún en un adulto que consume quesos, dulce de leche, leche condensada, etc., es una aberración cotidiana que la gente hace creyendo que es bueno”, explica el Dr. Esteves.

El consumo de lácteos es un hábito difícil de desterrar porque muchos lo hacen para evitar la osteoporosis. Según el Dr. Néstor Horacio Frattini, Presidente de la Sociedad Argentina de Terapéutica Celular y Biológica, esto es un error. “Las razones por la que se recomendaba la leche no son válidas. Además los lácteos producen mucho daño.” El primer paso es tomar conciencia de que la leche no es efectiva en su pretendido aporte de calcio. La prueba de esto es que Dinamarca, EE.UU. y Uruguay, los países con mayor consumo de lácteos, registran los porcentajes más altos de mujeres mayores de 50 años con osteoporosis.

El estudio más voluminoso e incuestionable de la historia de la Nutrición, hecho para la Universidad de Cornell, Oxford y el Ministerio de Salud de China, dirigido por el Dr. Campbell y disponible en Internet (40.000 páginas) demostró irrefutablemente que los lácteos, lejos de evitar la osteoporosis, la generan, ya que roban mucho más calcio del que aportan. El doctor Esteves asegura que, por si fuera poco, “Este calcio se deposita en cualquier parte menos donde lo necesitamos, pues al parecer su memoria molecular está programada para alimentar a un ternero, no a un humano”.

Más importante que hacerse chequeos regulares de salud, que son preventivos solo en un nivel secundario, es la prevención primaria, “que pasa por detectar en cada persona y corregir a tiempo, pero sin obsesión ni fanatismos, las potenciales causas de una eventual enfermedad, tanto física como anímica, para dejar de seguir echando leña al fuego”. Es decir, para dejar de envenenarnos.

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